Hoy os comento un poco los detalles de las vacaciones en Marsella,
Antes de llegar a Marsella hicimos una paradita en Carcassonne, ciudad medieval, patrimonio mundial de la UNESCO.
Carcassonne es la mayor fortaleza de Europa no sólo por su conservación sino también en complejidad. La mayoría de sus elementos se conservan de la Edad Media, con un interior en que las calles –tortuosas y angostas- nos transportan a una época anterior donde los barrios se dividían por gremios y las construcciones más relevantes eran los castillos y las basílicas. Un verdadero placer para los sentidos!!
Pasamos una noche, y nos dirijimos a nuestra meta, Marseille.
Allí nos recibe nuestra Mama Shelter con sus brazos abiertos!!, qué gustazo, después de 400km!, menos mal que con los cascos, ipods, etc.. se hace el camino más ameno!.
Para hacer toma de contacto, disfrutamos del barrio donde se sitúa el hotel, barrio de Cours Julien, epicentro del arte urbano, donde se codean salas de conciertos, jóvenes creadores y terrazas soleadas.
Otro día lo dedicamos a los mercados:
Por la mañana nos dirigimos al mercado del pescado, situado en el Quai des Belges, en el Vieux Port. Una tradicional lonja, con un gran ambiente, en el que se juntan pescadores, pescateras, turistas, compradores… un mercado muy colorista, del que han hablado poetas y novelistas y que Raoul Dufy plasmó en un lienzo que hoy pertenece a la colección Thyssen-Bornemisza.
Es difícil salir de ahí sin alguna adquisición, mi marido casi se compra un rodaballo!, era prácticamente imposible resistirse a semejante tentación…
Podeis ver más fotos en flickr, aunque con dos adolescentes, sacar buenas fotos es casi como que imposible…
Otro mercado que no se puede perder, es el “rastrillo” de Marsella conocido como “mercado de las pulgas” en Francia, una mezcla de bazar africano y mercadillo de todo tipo de objetos. Abre todo los días, pero lo mejor es ir los sábados y domingos por la mañana en la calle Chemin de la Madrague Ville. Está siempre abarrotado y hay un gran ambiente, en él se pueden encontrar sin problema algunos de los productos más típicos, el famoso jabon de Marsella («savon de Marseille») y las figuritas de madera y arcilla típicas del marché aux santons de el caneciere.
La excursión a este rastro es como un viaje al Magreb, donde los niños pueden experimentar otra cultura en la cosmopolita Marsella. Allí degustamos los verdaderos kebabs mientras veíamos un partido de fútbol en la tele en árabe….
La siguiente noche la pasamos en un albergue juvenil, de lo más recomendable, llamado Vértigo, donde mis hijos disfrutaron de lo lindo ya que estaba lleno de mochileros y cada uno venía con su historia … una buena oportunidad para practicar el poco francés que sabemos…
En las inmediaciones del albergue se encuentra el taller donde fabrican manualmente el jabón de Marsella, un placer para los sentidos!!, si cierro los ojos, todavía puedo olerlo…nos vinimos cargados de jabón para todo el año!
El día siguiente lo dedicamos al barrio Le Panier, perfecto ejemplo de barrio mediterráneo salpicado de coloridas fachadas. Refugio histórico de marinos y de generaciones de inmigrantes, el Panier –literalmente el «cesto»– es un remanso de paz que nunca traicionó su carácter popular.
Y para finalizar hicimos una visita al Skate Park que según los entendidos es de los mejores de Europa. Como véis en esta ciudad hay cabida para todos…
Podéis ver más fotos en aquí